sexta-feira, 30 de novembro de 2012

PARA RELAXAR


Para relaxar

 Nomes perfeitos para as respectivas atividades :
Ana Lisa
Psicanalista

P. Lúcia

Fabricante de Bichinhos

Pinto Souto
Fabricante de Cuecas

Marcos Dias

Fabricante de Calendário

Olavo Pires
Balconista de Lanchonete

Décio Machado

Lenhador

H. Lopes

Professor de Hipismo

Oscar Romeu

Dono de Concessionária

Hélvio Lino
Professor de Música

K. Godói
Médico especialista em hemorróidas

Alberta Alceu Pinto
Garota de Programa

H. Romeu Pinto
Garoto de Programa


Eudes Penteado
Cabeleireiro

Sara Vaz
Mãe de Santo

Passos Dias Aguiar
Instrutor de Auto-escola

Édson Fortes
Baterista

Sara Dores da Costa

Reumatologista

Jamil Jonas Costa
Urologista

Iná Lemos
Pneumologista

Ester Elisa
Enfermeira

Ema Thomas
Traumatologista

Malta Aquino Pinto
Médico especialista em doenças venéreas

Inácio Filho
Obstetra

Oscar A. Melo
Confeiteiro

Jacinto Pinto Aquino Rego
Gaúcho

terça-feira, 27 de novembro de 2012

CUENTOS


CUENTOS
El Conejo y la liebre.
Gabriel Real de Azua
Observó la liebre que, entre unas cercas, el conejo andaba buscando hierbas.
-       Cuidado que eres necio, amigo. ¿Es que no comprendes que estás exponiéndote, de seguir ahí, a que el hombre llegue y te vea?
-       Me gusta esta hierba – replicó el conejo, a boca llena.
-       Pero hay otros pastos tan buenos como el que ahora gustas y con tu imprudencia te estás buscando la muerte.
-       Pues aquí me quedo, amiga, porque da la casualidad que precisamente aquello que mejor sabe es todo lo que cuesta y se nos veda.

Lo ajeno es estímulo maldito;
la privación aviva el apetito.


¿Quien le pone el cascabel al gato?
Del libro de los gatos
Anónimo.
Sucedió una vez que los ratones de una aldea celebraron consejo, con la idea de encontrar la solución para librarse del gato negro que estaba sembrando el terror entre ellos.
El más avispado de los ratones, dijo:
-       Yo creo que si le pudiéramos un cascabel al cuello nos libraríamos de él, pues hasta los sordos lo oirían llegar.
-       Cierto, cierto, pero ¿quién atará el cascabel al pescuezo del gato?
-       No os acordéis de mí – dijo uno.
-       Yo no pienso hacerlo – añadió otro.
Y no se halló entre los ratones aquel que pudiera ponerle el cascabel al gato.

Muchos grandes hombres proponen soluciones para los males del mundo,
pero tan descabelladas que no hallan al valiente que la práctica las lleve.

LA ISLA DEL TABACO Leyenda sudamericana

LA ISLA DEL TABACO
Leyenda sudamerican

Una pareja de edad avanzada tenía un solo hijo, hermoso y alegre llamado Curisihuari. Un día, mientras la madre tejía una hamaca, el pequeño se colgó de la cuerda suspendida y la estiró. La mujer, enojada, lo empujó y el niño se echó a llorar.
La madre no le hizo caso y continuó su quehacer. El padre también oyó el llanto del niño, pero tampoco le hizo caso. Entonces Curisihuari, ofendido, se alejó del hogar.
Se había puesto el sol, y el niño no volvía. Los padres comenzaron a preocuparse.
-Vayamos a buscarlo –dijo el padre-; es tan pequeño que seguramente se ha perdido.
-La culpa es mía –agregó la medre-; con mi hosquedad lo he alejado de mi lado.
Durante un buen rato los dos esposos buscaron por la selva, y cuando ya era una noche oscura, por fin lo encontraron. Esta jugando tranquilamente con otro niño.
-¡Curisihuari! –exclamó la madre.
Al oír la voz, los padres del otro niño salieron de la cabaña e invitaron a entrar a los dos desconocidos.
La invitación fue aceptada, y los cuatro se pusieron a conversar animadamente.
-Es tarde –dijo finalmente el padre de Curisihuari-; volvamos a nuestra choza con el niño.
Salieron los cuatro y advirtieron que los pequeños habían desaparecido.
-¡Curisihuari! –llamó desesperadamente la madre.
-¡Maturahuari! –gritó la otra madre.
Empezó la búsqueda de los niños.
Pasó la noche, y al salir el sol las dos madres exclamaron al unísono:
-¡Allí están!
Efectivamente, los pequeños estaban jugando tranquilamente con otro niño. No parecían cansados; por el contrario, correteaban alegremente.
A las exclamaciones de las dos mujeres acudieron los padres del tercer niño, y todos iniciaron una agradable conversación. Cuando se volvieron en busca de las tres criaturas, éstos habían desaparecido.
-¡Cahuaihuari! –gritó la tercera madre-. ¿Dónde te has escondido?
Ahora eran seis los que buscaban a los niños. La búsqueda duró mucho tiempo. La segunda madre y la tercera la abandonaron, pero la primera pareja siguió buscando.
-Buscaremos también a vuestros hijos y os los traeremos –dijeron a las otras dos parejas.
Aquella búsqueda duró mucho tiempo. Parecía que los tres niños habían desaparecido para siempre.
Pasaron muchos años. Una mañana los dos progenitores, ya viejos, paseaban a la orilla del mar, cuando vieron que de las ondas salían tres bellos jovencitos que jugaban alegremente. Éstos se dirigieron hacia los dos ancianos con expresiones sonrientes.
La mujer reconoció inmediatamente a su hijo a pesar de los años transcurridos.
-¡Curisihuari! ¡Hijo mío! ¡Por fin te encontramos!
-Sí –contestó el muchacho-, soy Curisihuari. Mis amigos son Maturahuari y Cahuaihuari. Quisiéramos volver a nuestros hogares, pero ahora nosotros vivimos en el mundo de los dioses; no podemos volver a andar entre los hombres.
-¿Nunca más podremos volver a veros?
-Sí, podéis vernos quemando hojas de tabaco. Cada vez que lo hagáis, aparecerán nuestras figuras.
En el mismo instante los tres jóvenes volvieron a sumergirse en las ondas marinas.
Con el alma desolada, los dos ancianos volvieron a su choza.
-¡Hojas de tabaco!... –repetía el hombre-. ¿Qué será eso? ¿Dónde podré encontrar esa planta?
-Probemos quemando hojas de todos los vegetales. Alguna será la indicada –respondió la vieja.
El anciano siguió el consejo de su mujer. Recogió hojas de papaya, de algodón y de otros muchos vegetales, y las quemó. El humo de aquellas hojas no trajo a los jovencitos.
Los vecinos sentían compasión por aquellos dos ancianos, dedicados a hacer humareda con cuantas hojas encontraban.
Finalmente, el viejo fue a buscar a un hombre que tenía fama de conocer el nombre de todas las plantas existentes.
-Mi hijo me habló de hojas de tabaco –dijo cuando llegó a la choza del hombre sabio-. ¿Podrías indicarme cuál es esa planta?
-Sí –respondió el hombre-; Curisihuari tiene razón. La planta del tabaco existe, pero crece solamente en la isla de las Mujeres. A nadie permiten desembarcar en sus costas.
-¿Qué puedo hacer?
-Podrías mandar allá algún pájaro, y tal vez éste lograra traer en su pico alguna ramita de tabaco con semillas...
El hombre agradeció el consejo del viejo, pero siguió con la desolación en el alma. No era sencillo adiestrar un ave que fuera a la isla de las Mujeres y trajera una rama de una planta desconocida. Sin embargo, a poco andar se encontró con una garza que entendió el pedido y partió enseguida hacia la isla.
Pasaron algunos días y como la garza no volvía el hombre se convenció de que toda espera sería vana.
Todos se enteraron del motivo que llevaba al pobre viejo a quemar hojas. Un día un joven se presentó con una grulla y dijo al atribulado anciano:
-Es posible que la garza no sea suficientemente robusta como para llegar hasta la isla de las Mujeres. Mi grulla, en cambio, puede volar siete días seguidos sin cansarse.
El hombre agradeció, conmovido, y ayudó a la grulla a posarse sobre un escarpado escollo, junto al mar. Luego volvió a su choza lleno de esperanza. Ahora tenía una posibilidad.
Esa misma tarde un colibrí se acercó a la grulla y le preguntó qué hacía allí, sobre aquel escollo.
-Estoy descansando antes de emprender un largo vuelo. Mañana iré a la isla de las Mujeres y, si puedo, traeré una rama con semillas de tabaco.
-¡Ah, qué imprudencia! ¿No sabes que las guardianas de esa isla matan  a flechazos a toda ave que se atreve a acercarse?
-Lo sé; pero he prometido aventurarme y mantendré mi promesa.
-Entonces yo iré contigo. Tal vez pueda serte útil.
No había salido el sol aún cuando el colibrí inició el vuelo. Las grulla todavía dormía. Cuando se despertó emprendió el vuelo. En la mitad del viaje alcanzó al colibrí, pero vio que éste luchaba con las olas del mar. El pobre pajarito, cansado, no podía sostenerse en el aire. La grulla descendió y lo colocó suavemente sobre un ala.
Cuando llegaron a destino el colibrí dijo:
-Tú debes continuar el vuelo en torno a la isla, sin descender demasiado, pero llamando la atención de las guardianas. Mientras tanto, yo entraré en la plantación de tabaco y me procuraré una rama con semillas.
Cuando las guardianas de la isla vieron a la grulla prepararon sus arcos. La siguieron atentamente con la vista esperando que bajase para herirla. Entretanto, el colibrí arrancó una rama de tabaco con semillas.
Cuando el pajarito se posó de nuevo sobre una de las alas de la grulla inició el vuelo de retorno.
Es de imaginarse la felicidad del anciano padre cuando por fin tuvo en sus manos la semilla de tabaco. La echó en los surcos y atendió dedicadamente el pequeño cultivo.
Cuando las plantas echaron hojas, éstas fueron arrancadas y secadas al sol. Luego el hombre las quemó y, en medio del humo, lleno de emoción, llamó a su hijo.
Curisihuari, Maturahuari y Cahuaihuari enseñaron a los hombres muchas cosas respecto al tabaco y fueron los protectores de las plantaciones.
“Ésta es la verdadera historia del tabaco”, dicen los indígenas de la ex Guayana venezolana, y todos los niños escuchan atentamente esta narración, que pasa de boca en boca y de generación en generación.

segunda-feira, 26 de novembro de 2012

DE ONDE VEIO O LATIN?

  Frequentemente ouvimos que determinada palavra vem do Latim. Mas e "Latim", de onde vem? De Latium (Lácio em português, Lazio em italiano, ) que é a região da Itália central cuja capital é Roma. Latium originou latinus, "que vem de Latium". Dessa mesma região se origina a expressão "a última flor do Lácio",usada por Olavo Bilac ao referir-se à língua portuguesa (ver curiosidade linguistica no. 227). A consolidação do latim como idioma se deu por volta do século I a.C., que é considerado o seu período clássico (época do apogeu do império romano). Paralelamente a essa língua erudita falada e escrita pelas pessoas letradas, havia o latim popular, falado pelas pessoas do povo e pelos soldados romanos. Esses soldados das legiões romanas, ao participarem de guerras e conquistarem novos territórios, impunham pelo confronto o seu idoma, mesclando-o com outros idiomas falados nas diversas localidades que subjugaram. Dessa mescla se originaram as línguas românicas ou neolatinas (português, espanhol, italiano, francês, romeno e catalão). Dessas, é o italiano que ainda conserva maior semelhança com o latim.